miércoles, 26 de marzo de 2014

EL TAZON DE MADERA

El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacía el alimentarse un asunto difícil. La comida caía de su cuchara al suelo, y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y la nuera se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con papá", dijo él. "Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo". Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado solo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le pregunto dulcemente: "¿Qué estás haciendo?". Con la misma dulzura el niño le contestó: "Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos". Sonrió y siguió con su tarea. Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer. Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano de su padre y lo guío de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, a la pareja parecía no molestarse cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel. Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de sus hijos. Seamos constructores sabios y modelos a seguir.

jueves, 6 de marzo de 2014

Todos necesitamos de un abrazo alguna vez

“No hay nadie en el mundo que en un determinado momento no necesite un abrazo. Todos hemos sentido esa necesidad, darlo no cuesta nada y el que lo recibe se siente lleno de felicidad por tan bello gesto.” Hoy me desperté mucha energía y ganas de abrazar al mundo, deseando dejar los problemas atrás ... Sí, es atrás en el pasado donde debiera estar todo aquello que nos hace daño, lo que nos hace pasar las noches en completo insomnio… Tengo que apresurar mi paso y vivir esta vida que me ha tocado de la manera más bella posible, con optimismo y amor en mi corazón. Hoy quisiera que los abrazos, la alegría y el amor en todas sus facetas logre hacerse presente en nuestras vidas. Quisiera darte un abrazo y animarte con ello. Tengo el presentimiento de que pronto algo bueno llegará a mi vida, y eso me hace sonreír… me llena de felicidad. Basta tan sólo un buen motivo para saber que todo está bien, que la vida de nuevo me deja en el rostro esa sonrisa de felicidad que siempre debiera estar, pero que tantas veces por culpa del estrés de este mundo tan inseguro me acaba borrando la sonrisa… Tengo que tener nuevos propósitos, nuevas metas que cumplir, tener algo a qué aferrarme en el futuro que ahora sé que es incierto … mientras tanto, viviré este hoy como un regalo de Dios, al dejarme despertar al calor de un nuevo día. Lograré ser y mantenerme feliz, ya nada ni nadie podrá borrar la sonrisa de mi rostro. Tengo la seguridad plena y constante de haberme renovado como persona… de ser alguien que ha aprendido que todo saldrá bien para quien busca tener motivos de fe y alegría.