sábado, 11 de enero de 2014

Mujer, ¿a quién entregaste tu corazón?

Dicen que no hay nada más triste ni más doloroso en esta vida, que alimentar resentimientos en el alma y llevar en el pecho de mujer, un corazón herido. Bien; pues vamos a ver cómo sucede este fenómeno tan común en las mujeres, tan personal e íntimo en el ser humano en general, y el por qué duelen tanto las heridas en el corazón que lo único que ha hecho es amar, pero termina por aprender a veces hasta a odiar de tanto amar. Por principio de cuentas y en honor a la verdad, hemos de aclarar sinceramente que el corazón de la mujer no es una computadora. El corazón de la mujer es un músculo de carne maciza y resistente que bombea sangre hacia el cerebro para darnos vida. Esa máquina maravillosa, inicia su trabajo desde el momento mismo en que fuimos concebidas en el vientre materno y deja de latir, hasta que cesan todas nuestras funciones orgánicas. Al corazón de una mujer no se le puede programar, ni ordenar ni educar, pero sí se le puede inculcar un sentimiento poderoso, una virtud que pocas mujeres nos proponemos generar y que se llama: “Voluntad” y la voluntad amigas queridas nace de la fe, del creer en el amor que no podemos ver, pero que sí lo podemos sentir. Entonces: Un corazón sano y fuerte latiendo poderoso en el pecho de la mujer, se vuelve ingenuo caprichoso, sin voluntad y sin fe cuando no hemos aprendido a intuir sus latidos, ni a observar la dirección exacta de dónde es que provienen y de dónde es que emanan los sentimientos que allí se manifiestan. La mujer sólo sabe que ama profundamente con ese corazón tan hermoso y tan perfecto, pero no sabe cómo se genera tanto amor en su corazón y ahora lo vamos a ver. En las sagradas escrituras podemos ver que cuando Dios mora en nuestros cuerpos; todo nuestro cuerpo se convierte en su templo. Y he allí la razón del por qué la mujer posee tanto amor y tanta belleza, porque toda ella es creación del aliento divino que cualquier hombre puede descubrir (si es observador), en la sonrisa de una mujer. Ahora bien; yo me pregunto algo muy importante: ¿Por qué las mujeres tenemos que ir por la vida entregando o regalando con tanta facilidad el corazón a cualquiera, como si fuera un chicle, un chocolate, o un panecillo de miel? ¿Será porque la mujer se enamora más fácilmente que el hombre? Fíjense: Cuando un hombre le atrae a una mujer, uf; segurito que ya desde esa misma noche la mujer ya no duerme, ya no come y ya no deja de pensar en él, todo su mundo (a partir de ese instante), ya no deja de girar alrededor de él: “¡Ay cuánto me gusta ese hombre!” “Si se fijara en mí”, “Si volteara a verme”, “Si fuera soltero”, “Si yo le interesara”, “Si se acercara a mí” “Si fuera mío”, “Si supiera lo que yo siento” etc. Hey… ¡Quietas allí!… ¡momentito por favor! Observemos: Antes de que el hombre se digne siquiera a darse la vuelta para vernos, ya estamos idealizando una hermosa relación de amor con aquel hombre para el cual, ni siquiera existimos todavía, ya nos estamos exponiendo a sufrir una decepción amorosa anticipadamente, ya nos estamos (como quien dice) metiendo debajo de las patas de los caballos, sabiendo lo fuerte que ellos patean y por ende, ya estamos entregando el corazón incluso, antes de que nos lo pidan. ¿Se dan cuenta cómo funcionan éstas causas? OJO Chicas… ¡Mucho cuidado! Y bueno… si al corazón no se le puede mandar en los sentimientos, al menos forjemos una buena dosis de prudencia y de observación interna, para saber qué es exactamente lo que nos está pidiendo Dios en el corazón cuando sentimos algo por alguien, y no necesariamente tengamos que arrancarnos anticipadamente el corazón para dárselo al otro, sabiendo que puede destrozarlo. ¿Saben por qué?… porque ningún hombre conoce éste fenómeno, que es como alguien dijo alguna vez: ¡Un océano de misterios en el corazón de mujer!

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